sábado, 9 de agosto de 2025

Hoy me quedé viendo este rosal…


Hace poco estaba seco, como si ya no tuviera fuerza para dar nada más. Pero con un poco de cuidado empezó a dar su primera flor. No perfecta, con hojas manchadas y ramas secas… pero viva.

Así me siento yo muchas veces. Sigo aquí, dando lo mejor, aunque a veces me falten fuerzas. Sigo cuidando, trabajando, amando, aunque no siempre lo diga. Pero también, como este rosal, de vez en cuando necesito un abrazo, una palabra sincera, un gesto que nazca solo porque sí.

No busco que me quieran por compromiso o porque alguien les diga. Lo más bonito es cuando nace del corazón, cuando uno siente que lo que ha sembrado en silencio también florece en los demás.

Yo sigo aquí, como este rosal, creciendo en silencio… pero siempre esperando que un día, el amor que doy regrese de la misma forma en que lo entregué: genuino.



viernes, 8 de agosto de 2025

15 años después: una vida, un camino, un propósito

Cada mañana comienza igual: el despertador suena, el cuerpo se levanta, y con él, el compromiso de seguir adelante. A simple vista, parecería una rutina más. Pero con el paso del tiempo, he aprendido que no hay acto más poderoso y valiente que levantarte todos los días con el deseo de cumplir tus objetivos, de luchar, de crecer, de mantenerte firme, aun cuando la vida se complique.

Hoy cumplo 15 años en la organización donde trabajo, y aunque el número suena redondo, el camino ha estado lleno de curvas. No siempre fue fácil. Me he enfrentado a obstáculos, tropiezos, cansancio físico y emocional, pero también a logros, aprendizajes y una transformación personal que valoro profundamente.

He aprendido que el verdadero liderazgo no comienza en la oficina, sino en casa. Que dirigir un equipo no solo se hace con indicadores, también se hace formando seres humanos: guiando con el ejemplo, escuchando con paciencia y amando con convicción. Cada charla con mis hijos, cada comida sin pantallas donde solo estamos nosotros y nuestras palabras, cada risa compartida, cada abrazo... son los verdaderos reportes de rendimiento emocional que me enseñan que voy por buen camino.

He decidido vivir un día a la vez. Aprendí que el equilibrio entre el trabajo y la familia no se encuentra, se construye. Porque así como le ponemos pasión al trabajo, también debemos atender con amor las necesidades del hogar. Criar mujeres y hombres de bien requiere tiempo, voluntad, conciencia. Significa detenernos a validar sus emociones, sus dudas, sus sueños. Escucharlos y también enseñarles a escucharse a sí mismos.

A veces la vida te regala instantes de silencio, de soledad, que no es tristeza, sino encuentro. Me pasa seguido: salgo a caminar, a pensar, a agradecer, y en esos momentos se me acercan animalitos, como si la naturaleza supiera que necesito compañía silenciosa. Y entonces lo entiendo: nunca estamos solos. Dios no nos creó para vivir en soledad, sino para conectarnos, para despertar, para dejar de vivir en automático.

Porque antes, sí, yo me quejaba mucho. Permitía que mis emociones dictaran mis actos. Sobrevivía los días. Y no debería ser así. Fue en medio de esa rutina sofocante que decidí cambiar. Comenzó con pequeñas cosas: observar, agradecer, hablar, compartir, respirar. Y poco a poco, lo personal empezó a alinearse con lo laboral, hasta llegar al punto en que me siento en paz, orgulloso de lo que he construido y de lo que aún me falta por aprender.

Hoy soy un hombre hogareño. Disfruto estar con mi familia, tener charlas semanales con mis hijos donde compartimos lo que aprendimos, lo que sentimos, lo que soñamos. Validamos nuestros sentimientos. Nos escuchamos. Nos respetamos. Y lo más importante: nos elegimos todos los días.

Y a ti, mi esposa, mi compañera de vida, gracias. Gracias por caminar conmigo este trayecto, por tu fortaleza, por tu crecimiento personal y laboral, por reconstruirte cada día con conciencia. Formamos un equipo que trabaja, que se esfuerza y que ama. Que se reta a ser mejor, no por obligación, sino por deseo genuino de tener una vida con propósito, con equilibrio y con amor.

A mis padres y hermanos, también les agradezco. Porque cuando los necesité, ahí estuvieron, siempre. Su apoyo ha sido parte de esta historia.

Hoy, al final del día, me recuesto en la cama con tranquilidad. No porque todo esté resuelto, sino porque sé que lo que hago tiene sentido. Porque tengo claro quién soy, qué he logrado y hacia dónde quiero ir. Porque trato bien a los demás, pero también aprendí a tratarme bien a mí. A veces no se necesitan explicaciones, a veces solo basta con seguir adelante y dejar que nuestras acciones hablen por nosotros.

La vida, en sus etapas, es una experiencia extraordinaria. Y el mayor regalo es tener una familia que no solo te acompaña, sino que te impulsa.

Sigo creciendo. Sigo aprendiendo. Y sobre todo, sigo amando.

lunes, 4 de agosto de 2025

¿Eres libre o solo repites lo que aprendiste?

He escuchado muchas veces esa frase que dice: “Después de cierta edad ya no eres producto de tu entorno ni de cómo te criaron. Es tu decisión vivir como tú quieres vivir.” Suena fuerte, poderosa. Te empuja a hacerte cargo, a no culpar a nadie más por tu vida.

 

Pero… ¿Realmente somos tan libres?

Mira, no lo creo del todo. La verdad es que seguimos siendo en gran parte lo que vivimos: lo que vimos en casa, lo que aprendimos en la calle, en la escuela, con nuestros amigos, en nuestra cultura. Nos formaron ideas, miedos, actitudes, formas de reaccionar. Muchas cosas las hacemos sin pensar, casi en automático, porque así las absorbimos desde siempre.

Incluso cuando ya eres consciente de ciertos errores, de actitudes que sabes que no están bien, no es tan fácil cambiarlas. Porque, aunque quieras hacer las cosas distintas, muchas veces ya las hiciste, o las sigues haciendo sin darte cuenta. Hay patrones que se repiten solos, casi como si uno estuviera programado.

Eso no quiere decir que no puedas mejorar, o que estás condenado a ser siempre igual. Solo digo que el cambio real cuesta trabajo, es lento, y muchas veces duele. Y no todos estamos parados en el mismo lugar ni cargamos las mismas cosas. Así que tampoco se trata de andar juzgando.

Creo que la clave está en esto: cada uno tiene sus luchas, algunas se ven, otras no. Todos nos equivocamos, todos cargamos algo del pasado que nos pesa, pero todos podemos intentar ser mejores personas. No perfectos, solo mejores. Ser más conscientes, más empáticos, más respetuosos.

Y, sobre todo, no olvidar que todos estamos librando alguna batalla interna, aunque no se note.

Gracias por tomarte el tiempo de leer esto. No pretendo dar lecciones, solo compartir algo que también me cuestiono a mí mismo. Nadie tiene todo resuelto, pero creo que vale la pena detenerse un momento y mirar hacia adentro.

Si algo de esto te hizo sentido, te invito a que lo pienses así, sin prisa, sin culpa:

¿Qué actitud repites sin darte cuenta de que ya no quieres seguir cargando?

No tienes que responderle a nadie, solo ser honesto contigo mismo. A veces el primer paso para cambiar no es hacer algo distinto, sino atreverse a ver con claridad lo que ya está pasando dentro de uno.

Nos leemos pronto. Fuerza en tu camino.

Hoy me quedé viendo este rosal…

Hace poco estaba seco, como si ya no tuviera fuerza para dar nada más. Pero con un poco de cuidado empezó a dar su primera flor. No perfecta...