El valor de escuchar sin juzgar: una charla entre padre e hija


Ayer tuve una conversación muy especial con mi hija, de esas que dejan huella en el corazón. Hablamos sobre los cambios profundos que ha hecho en su vida, especialmente en cómo ha aprendido a establecer límites claros con las personas que la rodean, en especial en el entorno laboral y social.

Me compartió cómo, por mucho tiempo, algunas personas —particularmente hombres— estaban acostumbradas a tratarla sin considerar su individualidad ni su derecho a establecer sus propios límites. Hoy, me dice que todo a su alrededor ha comenzado a fluir con más naturalidad y en paz. Ese cambio no es casualidad; es el resultado de su trabajo interno, de ir reconociendo comportamientos que antes pasaban desapercibidos.

Uno de los temas que más me impactó fue su preocupación por compañeras nuevas en su trabajo. Me contó que muchas de ellas están siendo acosadas por empleados que disfrazan sus intenciones sexuales bajo una apariencia de amabilidad o simpatía. Es un patrón sutil, pero dañino: van avanzando poco a poco, sin respetar los límites, y muchas veces las mujeres ni siquiera logran identificar lo que está ocurriendo… hasta que alguien las guía o les hace ver la realidad.

Tuve la fortuna de ser esa guía para mi hija. En algún momento, le ayudé a ver ese lado oscuro que se esconde detrás de algunas “buenas intenciones”, y desde entonces, ha tomado fuerza. Ha aprendido a proteger su espacio, a cuestionar lo que no le hace bien, y a dejar de normalizar actitudes que antes pasaban como algo cotidiano.

Me compartió, con una sonrisa sincera, que le gusta mucho tener este tipo de pláticas conmigo. Que se siente apoyada, escuchada, libre de juicio. Que disfruta su nueva versión, una en la que está más conectada con su paz interior. Me dijo también que sigue asistiendo a terapia para sanar heridas de su infancia, lo cual me parece valiente y necesario.

Lo que más me llenó el corazón fue escuchar que mi compañía le resulta agradable. Que nuestras conversaciones la hacen sentir segura. Y eso, para mí, es todo.

Como padre, no busco controlarla. Mi propósito es acompañarla, estar presente sin imponer, ser un espacio donde pueda expresarse con libertad, con la certeza de que será escuchada, no señalada. Para mí, eso es amor verdadero.

A quienes son hijas: confíen en su intuición, escuchen su voz interior.
Y a quienes somos padres: aprendamos a escuchar con el corazón, no desde la autoridad.

Porque, a veces, todo lo que nuestros hijos necesitan… es saber que estamos ahí, sin condiciones.

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