Criar con el corazón: el desafío de ser papá de dos adolescentes

 Criar con el corazón: el desafío de ser papá de dos adolescentes tan distintas como amadas

Hay días en los que me detengo a mirar fotos como esta… y me inunda una mezcla de amor, nostalgia y asombro. Mis hijas. Dos adolescentes tan diferentes entre sí: una le lleva cuatro años a la otra, y eso se nota en todo. En cómo piensan, cómo sienten, cómo reaccionan ante el mundo. Y, sin embargo, ambas tienen un lugar igual de inmenso en mi corazón. Son mis princesas, mi motor, mi mayor enseñanza.

Ser papá nunca fue un trabajo sencillo, pero cuando entran a la adolescencia, el juego cambia por completo. Ya no basta con cuidar que no se caigan al correr. Ahora se trata de sostenerlas cuando el alma tropieza. De entender su mundo, aunque no siempre se entienda. De estar presentes, sin invadir, de corregir, sin herir, de amar sin condiciones.

Aprender a escuchar con el corazón

Una de las lecciones más grandes que me han dejado mis hijas es que hay que aprender a escuchar con el corazón. Oírlas es fácil, pero comprenderlas requiere abrir el alma, dejar a un lado el ego, los prejuicios, incluso el miedo. Escuchar con el corazón es estar disponible, emocionalmente presente, aunque no tengas todas las respuestas.

Cada hija tiene un lenguaje distinto. Una puede necesitar espacio, y la otra, abrazos. Una busca respuestas, la otra solo quiere ser escuchada. Y como papá, a veces uno se siente perdido. Pero aprendí que no tengo que saberlo todo. Solo estar. Y demostrar, con hechos, que su confianza en mí es un regalo que cuido con todo.

No hay prisa para crecer: cada etapa merece vivirse

Vivimos en un mundo que empuja a las y los adolescentes a correr. A parecer adultos. A tomar decisiones sin madurez emocional. La sociedad romantiza relaciones sin profundidad, normaliza la desconexión espiritual, y les hace creer que “estar en algo” es más importante que estar bien con uno mismo.

Yo les digo: no hay prisa por crecer. La vida adulta es compleja, llena de responsabilidades, exigencias y a veces, soledad. Si no disfrutan esta etapa con conciencia, con alegría, con conexión, pueden cargar heridas que después pesan mucho: traumas, baja autoestima, problemas de identidad, relaciones tóxicas.

Y sí, la sexualidad es parte de la vida. Pero no debe vivirse con presión social. Tener relaciones íntimas no es un juego. Hay un impacto físico, emocional y espiritual. Conectar con personas por vacío, por presión, por miedo a estar solas, puede desgastar el alma. Puede alejarlas de su esencia.

Por eso hablo con ellas. Sin miedo. Sin tabús. Desde el amor, no desde el control. Les digo que su cuerpo merece respeto, que su energía vale, que el deseo no debe dominar la mente ni llevarlas a cruzar límites que después dolerán. No por moralismo, sino por cuidado propio. Por salud emocional. Por dignidad.

Construir una vida con sentido empieza por dentro

El mensaje es este: conócete, establece límites, elige bien tus círculos. No tengas miedo de estar sola si eso significa estar en paz. Ya habrá tiempo para formar pareja, para pensar en familia, pero que sea con decisiones firmes, con amor propio, sólido, haciendo lo que más te gusta, no por llenar un vacío o seguir una tendencia.

Construir una vida con sentido no empieza al lado de alguien. Empieza dentro de ti. En la relación que tienes contigo, con tu familia, con tus sueños. Y si algo duele, si hay heridas del pasado, ir a terapia no es debilidad. Es coraje. Es amor propio en acción.

Yo no soy un papá perfecto. Me he equivocado muchas veces. Me he dejado llevar por el enojo, por la frustración. Pero cada error me ha enseñado algo. Y hoy, más que nunca, quiero ser un padre que se levanta, que sigue aprendiendo, que abraza, que escucha, que guía. No desde el miedo, sino desde el amor.

A otros papás: no están solos

Si estás leyendo esto y también estás criando adolescentes, déjame decirte algo: no estás solo. No tengas miedo de mostrar tu lado humano. De llorar, de reír, de pedir perdón si te equivocaste. Invierte tiempo de calidad. Habla, pero sobre todo, escucha. Sé su refugio. Sé un ejemplo real.

Porque lo que sembramos hoy, será la base que ellas (y ellos) usen para construir su vida mañana. Y ese, al final del día, es nuestro mayor legado.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El valor de escuchar sin juzgar: una charla entre padre e hija