No tengo todas las respuestas. Pero tengo los brazos abiertos para cada uno de mis hijos, aunque no todos entren igual.
Ser padre de varios hijos es como ser varios hombres a la vez.
Es descubrir que el amor no se entrega en porciones iguales, sino en formas distintas.Uno necesita abrazos diarios. Otro, espacio.
Una me busca para hablar del alma. Otro apenas lanza una mirada, pero con esa me dice todo.
Y es fácil equivocarse.
Tratar de aplicar una sola regla, un solo molde, una sola voz.
Pero ellos no son iguales. Y yo tampoco debo serlo.
Me di cuenta tarde, quizás.
A veces reaccioné con dureza cuando lo que necesitaban era comprensión.
O guardé silencio cuando pedían guía.
Pero he aprendido. A golpes, con lágrimas, con disculpas que me costaron el orgullo.
Hoy entiendo que ser papá es observar. Escuchar. Cambiar de lenguaje según el hijo.
Es tener la fuerza para ser suave y la paciencia para ser firme sin romperlos.
No soy perfecto. Pero soy suyo. De cada uno.
Y estoy aprendiendo, todavía.
Porque ser papá… no es una etapa.
Es una evolución constante.
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