Ella me eligió papá, y yo la elegí hija


Ayer fue uno de esos días que parten la vida en dos.

De esos que no se planean, pero llegan con una fuerza tan grande que lo transforman todo.
Mi hija mayor, mi Goguito Yazmín, cumplió 19 años… y me pidió algo que jamás imaginé escuchar:
“Papá, quiero llevar tu apellido.”

Todavía me cuesta creerlo. Ayer le di oficialmente mi apellido, pero lo que ella no sabe —o quizás sí— es que desde hace años ya llevaba mi corazón.

Llegó a mi vida siendo una niña de 11 años. A esa edad, uno no debería cargar con tanto. Y sin embargo, ahí estaba ella: fuerte, noble, dulce, con una mirada que decía mucho más de lo que cualquier adulto podría poner en palabras.

Desde entonces no hemos hecho otra cosa más que construir.
Construimos confianza, cariño, respeto.
Nos equivocamos, reímos, lloramos juntos.
Nos elegimos. Una y otra vez.

No soy su padre biológico.
Pero soy quien la vio crecer, quien se preocupó por sus sueños, quien ha estado en los silencios más largos y en las risas más honestas.
Soy quien le ha dicho “te amo” sin que tenga que ganárselo, sin condiciones.
Soy quien la abrazó cuando nadie más entendía sus tormentas.
Soy quien la vio renacer… y ella también me hizo renacer.

En este hogar, nunca hicimos distinción de apellidos.
Aquí todos somos uno.
Pero verla ayer feliz, con los ojos brillando, diciéndome que quería llevar mi nombre…
No tengo palabras.
Es un regalo inmenso. Una forma de decirme “te veo, te reconozco, te amo”.

No escribo esto para juzgar a nadie.
Sé que hay padres que están y lo dan todo. Y eso merece todo mi respeto.
También sé que hay quienes no pueden estar.
Pero hay otros que llegamos después, con el corazón en las manos, y nos quedamos. Sin obligación, sin títulos. Por amor. Solo por amor.

Hoy puedo decir con orgullo, pero con mucha humildad:
soy el papá de Goguito Yazmín.
Y ella es mi hija, no porque lo diga un acta, sino porque lo hemos demostrado con cada paso, cada lágrima, cada “aquí estoy” cuando más lo necesitábamos.

Gracias, hija, por regalarme este lugar en tu vida.
Por dejarme ser tu guía, tu cómplice, tu abrazo.
Gracias por hacerme papá de verdad.

Y gracias a la vida, que aunque a veces golpea, también nos da milagros.
El mío, eres tú.

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