viernes, 18 de julio de 2025

Papá de todos, pero diferente con cada uno: el reto de no clonar el amor

 

No tengo todas las respuestas. Pero tengo los brazos abiertos para cada uno de mis hijos, aunque no todos entren igual.

La Maldición del que Siente Demasiado


Hay personas que caminan por la vida con una coraza.
Y hay otras —como yo— que nacimos con el alma expuesta.

Nuestra bendición… y también nuestra maldición… es sentirlo todo.
No sabemos amar a medias.
No sabemos mirar sin involucrarnos.
No sabemos quedarnos callados cuando algo duele, aunque nadie más lo diga.

Vivimos con una intensidad que el mundo muchas veces no entiende.
Sentimos las ausencias como si el corazón se vaciara.
Los desprecios como un cuchillo en el pecho.
Las promesas rotas como terremotos internos.

Y, aun así, seguimos.
Amando. Entregando.
Volviendo a construir con manos heridas, lo que otros dejaron caer sin mirar atrás.

Mi maldición ha sido no poder desconectar el alma,
ni cerrar el corazón,
ni endurecer la piel.

Pero tal vez… también sea mi fuerza.
Porque en este mundo que te invita a ser indiferente,
yo sigo eligiendo sentir,
sigo eligiendo creer,
sigo eligiendo caminar,
aunque a veces lo haga con lágrimas en los ojos y la espalda cansada de tanto cargar.

He aprendido que no está mal sentir demasiado.
Que no somos débiles por llorar,
ni por amar de más,
ni por rompernos y reconstruirnos mil veces.

Mi corazón late con la intensidad de Saturno girando sobre su propio eje.
Con la forma de una espiral que a veces me lleva hacia adentro,
y otras tantas me lanza de nuevo al universo.

Así soy.
Así he vivido.
Así elijo seguir.

Y si tú también sientes así,
quiero que sepas esto:
No estás solo.

Hoy me quedé viendo este rosal…

Hace poco estaba seco, como si ya no tuviera fuerza para dar nada más. Pero con un poco de cuidado empezó a dar su primera flor. No perfecta...